--R&TA | EDITORIAL
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“No repartan gallinas, que ya tengo”

La Argentina nació como país insinuándose una “tierra de oportunidades”. En aquel estado virginal, todo estaba por hacerse y cada líder, a su tiempo, dispuso de la posibilidad de demostrar cómo lo quería hacer y traducir las intenciones en hechos concretos. Los resultados están a la vista: a un paso del bicentenario, la Argentina es política e institucionalmente un país errático, con un enorme cúmulo de cosas mal hechas desde el vamos, con una identidad que pasa más por lo deportivo y ciertas características chauvinistas que por la previsibilidad y la coherencia.
Sin embargo, sería un despropósito renegar de las oportunidades que un país como tal, debe dar a sus habitantes. Negar esas oportunidades implicaría caer en una aristocracia sobrenatural, en la que un determinado sector se hiciera cargo de las decisiones trascendentes y el resto de la sociedad permaneciera ajena a lo que, en definitiva, son cuestiones vinculadas con su propio interés. La otra forma de institucionalizar esa discriminación para “el hacer” es la dictadura. De una u otra manera, alternativamente, la Argentina probó ambas recetas, con pésimos resultados. Cierto es que tampoco los sistemas participativos, los intervalos democráticos del siglo pasado y el que corre, mejoraron ese escenario. Pero cometeríamos un error gravísimo si nos quedáramos con la anécdota y desdeñáramos el método de prueba y error para enderezar el rumbo de la nación.
Negar esa posibilidad implicaría quedarse sin respuestas, sin alternativas, sin medios para construir una estructura que mejore a futuro, con visión estadista, la situación actual. El razonamiento es aplicable a casi cualquier cuestión importante de la vida argentina. También a la radiodifusión.
Recientemente, el COMFER convocó a todas las asociaciones vinculadas con este quehacer, incluida ARPA (que esta de acuerdo) para empezar a dar las licencias a las radios que estén funcionando desde hace mucho tiempo. La iniciativa parece apuntar a emprolijar un espectro radiofónico que desde el regreso de la democracia no hace más que desordenarse y confundirse por la demanda de la sociedad, por la típica forma de hacer las cosas que tenemos los argentinos y por un cúmulo de parches y contraparches de la ley 22.285.
El ordenamiento y la concesión de licencias se haría de acuerdo a un orden cronológico, demostrando capacidad y arraigo de cada emisora en su zona de influencia, y comenzando, con buen criterio, por el interior del país, donde en principio no habría mayores conflictos para hacerlo.
Sin embargo, la convocatoria pareció despertar a muchas asociaciones y radios cuya actividad en los últimos tiempos estaba virtualmente diluida. Y con esa reaparición, también surgieron dudas, resquemores, objeciones, reclamos de garantías. Buena parte de ellos se inscriben en un marco de razonabilidad, pero también aparecieron planteos insólitos. Pedidos disparatados. Propuestas inesperadas y ciertamente llamativas. Antes por unas razones, ahora por otras, lo real y concreto es que estos planteos conseguirán un objetivo no deseado y, por el contrario, rechazado por esas mismas asociaciones. Volverá a demorarse, sino a postergarse, la adjudicación definitiva de licencias a operadores que tienen todos sus papeles en regla y merecen ser titulares definitivos de un servicio público, como efectivamente lo es la radiodifusión.
La mayoría de los planteos y de los reparos presentados por esas asociaciones y radios son atendibles en un contexto histórico. Se han cometido tantas tropelías en materia de radiodifusión desde el COMFER en los últimos 20 años que la desconfianza es legítima. Más aún, es lógica. Pero esas calamidades fueron cometidas por otros. Esto no significa darle un cheque en blanco a las autoridades actuales; muy por el contrario, lo que implica es darles una oportunidad de hacer las cosas bien. Con controles y auditorias estrictas, lo más puntillosas posibles. Pero si la Argentina de hoy vuelve a poner en marcha una compleja maquinaria de impedimentos, probablemente dentro de diez o 20 años sigamos hablando de estas mismas cuestiones y reclamando soluciones que, por este camino, se seguirán postergando.
La experiencia del pasado no ayuda, es cierto. Pero el anclaje en ese pasado tampoco es una solución.
A modo de pronóstico, R&TA puede aventurarse a opinar que muchas licencias serán dadas y muchos interesados protestaran por determinadas condiciones o supuestas violaciones a la legislación. La solución no será inmediata y tal vez, incluso, las zonas más calientes del conflicto ni siquiera se remediarán en el mediano plazo.
Pero por alguna zona habrá que romper el círculo vicioso. Desde algún parámetro será necesario comenzar a ordenar lo desordenado. Cuando uno quiere salir del pozo, lo primero que debe hacer es dejar de cavar. Si la Argentina no deja de cavar en su pozo de la radiodifusión, los canales de TV abierta seguirán apareciendo como en su momento lo hicieron las FM.
La tecnología lo permite y la sociedad lo reclama.
El desafío es hacerlo ordenadamente o volver al panorama caótico por todos conocido. Tan simple y complejo como eso.


Ruben S. Rodríguez

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