Las radios comunitarias en Chile

    El término de la dictadura y la llegada de la democracia a Chile vino acompañado de un fenómeno muy significativo a nivel de la comunicación social: el surgimiento de las radios populares o comunitarias, hecho enraizado en este hito político histórico. En enero del 90, desde un sector popular con importante presencia antidictatorial – la Villa Francia -, hace su primera emisión al aire la radio del mismo nombre. A mediados del 92, ante la explosión de un centenar de estas experiencias, la derecha política pone el grito en el cielo (ya contaminado por la polución) y acusa constitucionalmente al Ministro de Transporte y Telecomunicaciones del gobierno de Patricio Aylwin. Se decide entonces, silenciar las experiencias de radios de base para comenzar un largo proceso de lobby a nivel del parlamento, que tuvo como objetivo modificar la Ley  de radiodifusión chilena existente desde mediados de los ochenta (obviamente una Ley establecidas por el régimen militar).

 

 

Cuando en enero del 94 se aprueba la denominada ley de radios de mínima cobertura, modificación al cuerpo legal respectivo, se consigna el derecho a concursos públicos para el otorgamiento de frecuencia en la banda de FM, con una potencia máxima de 1 watt. Asimismo, se prohibe que estos medios contraten avisos publicitarios (práctica propia de una sociedad de libre mercado) y se consigna que el permiso será por tres años, no prorrogable.

Hoy son más de cien las concesiones de radios de un watt dispersas en lo largo del país y un tercio de estas se concentran en la capital, Santiago de Chile. Es evidente que  los radialistas comunitarios están en una clara situación de desigualdad ante la ley respecto de los medios comerciales. Pero lo más complicado está en torno al tema de la eficacia comunicacional de esta experiencia radiofónica: su origen y desarrollo, ha sido marcado por la transmisión con una mínima potencia, 1 watt.

 

Su actual desarrollo

 

Chile, es otro de los tantos países donde el monopolio de los medios de comunicación se concentra en no más de 8 empresas, que suman el 90 por ciento de las frecuencias en FM y AM. Se suma a esto, la tendencia creciente a la trasnacionalización de algunos medios que son comprados por cadenas mexicanas, venezolanas y colombianas, los tigres de la comunicación latinoamericana.

La radiodifusión chilena, en tanto, no posee una práctica comunicativa del tipo “radiodifusión pública”. De este modo, la radio chilena es un canal donde el negocio de la publicidad encuentra su espacio y aliado natural, donde el gremialismo de derecha se suma a la más osada defensa de la práctica comunicacional privada, a través de la Asociación Nacional de Radios Difusores de Chile (ARCHI).

Las experiencias de radios comunitarias, participativas o ciudadanas, en este contexto, pretenden llevar a cabo estrategias comunicativas que aporten al desarrollo local, poblacional y/o barrial. Actualmente su desarrollo se realiza bajo los marcos jurídicos-legales de una Ley perversa, en tanto no otorga espacios para que las experiencias de radio locales puedan autofinanciarse (prohibición de emitir publicidad), reduciendo su potencia de alcance y sometidas a validar la concesión cada tres años, con costos que pueden llegar hasta los 3 mil dólares.  En su origen el proyecto de modificación de la Ley de radiodifusión tuvo como objetivo abrir para  las organizaciones sociales y culturales, espacios para la participación social a través de un medio de comunicación, pero finalmente no sólo sociedades u organizaciones sin fines de lucro pueden participar de estas concesiones, sino también personas naturales.

De todos modos, una parte importante de las radios comunitarias de mínima cobertura responden a organizaciones  tipo centros culturales, unidades vecinales o juntas de vecinos, parroquias y clubes deportivos. Adscriben también a esta modalidad, dos radios universitarias, y un sin número de organizaciones de Iglesia (protestantes, católicas) y personas jurídicas naturales.

Estos equipos de radiodifusores cuentan con tecnologías baratas, en ningún caso de punta. Por lo general las transmisiones se realizan desde alguna pieza habilitada como locutorio, en las dependencias de estas organizaciones. Con un  grupo reducido de activos participantes gestionan la radio tanto en los aspectos de la programación, como de su dirección política -editorial y económica. Unas 45 radios de más de 110 con frecuencia otorgada, están asociadas a la Red Nacional de Radio Comunitaria (RENARCOM), y a la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC). Esta última auspició y co-organizó en octubre del 99, el Tercer Encuentro de la Radio Iberoamericana, en el Capitolio de La Habana.

Quienes sienten la inquietud social por participar en la radio comunitaria tienen como objetivo, la mayoría de las veces, servir al entorno donde se inserta el medio, y a través de éste, hacer un servicio público tanto en el ámbito informativo como educativo y promocional. Diferentes servicios del Estado usan el medio comunitario como canal de difusión de sus campañas; de hecho,  recientemente, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo del Gobierno de Chile, ha redactado un convenio con la Red de Radios Comunitarias de Chile para promover las campañas que tienen como objetivo llamar a la gente a que se integre a algunos de los planes de ahorro para la vivienda que están operando. En otras oportunidades, este medio comunitario logra acordar proyectos para medio ambiente, campañas de prevención de consumo de droga, violencia intrafamiliar, etc.

Sirve, y en esta práctica de servicio público quiere incluso llegar más lejos: ser un espacio de animación socio cultural que aporte a los procesos de reconstrucción de identidad y sentidos de pertenencia, y sobre todo, como un lugar de mediaciones entre la información global a la cual las comunidades están expuestas y la necesaria visión hecha opinión, desde lo local.

 

Tecnologías globales para discursos locales

 

Los procesos de comunicación eficaces pasan hoy por el conocimiento y manejo de las tecnologías que permiten la vinculación en red con otros que participan de los mismos propósitos. La toma de conciencia, procesos de formación crítica, así como de propuestas socio culturales y políticas, deben competir con los grandes medios que sistemáticamente construyen una realidad desde las ideologías que justifican y comparten los sistemas neoliberales de vida, en el presente. Estos, además de tener un carácter masivo, se relacionan con la gente en una época donde el consumo de medios de comunicación ocupa una parte importante de la humanidad que transita en los procesos de modernización. Una parte importante de la vida en sociedad se da bajo el paradigma de la sociomediatización, la teleparticipación política o la virtualidad, a la cual se integran miles de personas a través de las variadas ofertas de la Internet. De alguna manera, como cita Marshall Macluhan - en su obra El Medio Es El Mensaje -, hoy se es analfabeto si no se maneja el alfabeto de la modernidad, los medios tecnológicos de la comunicación.

En este sentido, la democracia en el ámbito de la comunicación no sólo debe comprometerse a instaurar un  sistema donde exista igualdad de oportunidades al nivel de los discursos, sino también igualdad de tecnologías, en tanto éstas garantizan la eficacia o el fracaso de los procesos comunicativos entre actores. Una radio comunitaria, que transmite bajo la forma legal de la mínima cobertura (1 watt en Chile), conoce el impedimento técnico de una transmisión anémica, y marcada muchas veces por lo artesanal de su programación.

No sólo necesitan las comunidades presentar ideas, discursos y plataformas que reivindiquen sus más legítimas aspiraciones como seres humanos. Se requiere resocializarlas bajo los dictámenes de una sociedad que ha ido derivando de relaciones comunitarias básicas a otras más complejas, y en éstas, las relaciones que se dan bajo el influjo de los medios tecnológicos de comunicación. La radio comunitaria debe – en tal sentido – tender a ser un complejo tecnológico que permita “enredar” los discursos de la gente, de las comunidades organizadas, como de las más fragmentadas e inorgánicas.  A la existencia de la fragmentación social, se puede oponer la vinculación virtual posible a través del uso de los medios de comunicación, con un perfil más allá de simples difusores.

 

Más allá de ser sujetos pasivos

 

El carácter mediador de todo instrumento comunicacional como la radio, la televisión o la prensa escrita, hace pensar que el medio no es un objeto receptáculo de los mensajes que otros necesitan difundir. La radio comunitaria no es sólo “difusora”, si no más bien es un medio que debe desarrollar poder, y aportar a que las comunidades elaboren y tengan capacidad discursiva, así como de acción social. Un medio que cumple funciones de “animador socio-cultural”, que puede organizar a su comunidad, aportar a la educación participativa, para la transformación de sus condiciones de vida. Media, entre los discursos que son propios de los medios masivos de comunicación, la opinión pública y las ideas y proyectos propios de lo local. En este sentido, son interlocutores cabales, que poseen una visión de mundo, la que permite tener una línea editorial y una coherencia en su accionar comunicacional.