Editorial

CURAR EN SALUD

Todo parece indicar que la nueva ley de Radiodifusión será sancionada en el próximo período de sesiones ordinarias del Congreso, con una renovada Cámara de Diputados y una flamante de Senadores. Los tiempos que corren son, entonces, la recta final para pagar una deuda que la democracia tiene consigo misma desde que regresó la vida institucional, a finales de 1983. Pero la Argentina acuñó, entre otros refranes que convidan a la vergüenza, que “hecha la ley, hecha la trampa”. Y aunque no hay informaciones que indiquen fehacientemente que ya se están preparando las “trampas” para la futura norma legal, otra cita del refranero popular aconseja “mas vale prevenir que curar” o, si se lo prefiere, “curar en salud”. Una vez que la ley sea sancionada, no habrá espacios para la queja, que sí tuvo justificativo a mediados de los años ’80, cuando irrumpieron en la escena y en el aire las radios de FM de baja potencia, y posteriormente algunas estaciones de TV y emisoras de AM fuera del marco legal que imponía la ley 22.285. Mal o bien, con virtudes o defectos –que deberán ser corregidas siempre mediante los mecanismos constitucionales previstos- la nueva ley debe ser respetada. Y el primero que debe respetarla es el Estado. Por supuesto que habrá disconformes, decepcionados, frustrados y rebeldes. Pero el precio de vivir en una comunidad jurídicamente organizada es legislar con el bien común como objetivo, aún cuando ello pueda afectar en el camino intereses particulares. No se pide, desde estas páginas, que el Estado lance una “caza de brujas”. Pero las “brujas” existen y existirán, por lo cual es necesario formular una temprana advertencia: con la ley en la mano, la obligación será hacerla cumplir en todos sus puntos. Nada de exenciones, excepciones, perdones ni contemplaciones para nadie. El que esté dentro de la ley, deberá respetarla y así, podrá funcionar normalmente, sin contratiempos ni persecuciones. El que se aparte de las normas legales, deberá ser lisa y llanamente erradicado del espectro radiofónico, sea quien fuere su dueño. Sin contemplaciones, amiguismos ni prebendas de ninguna especie. Nadie puede, ni debe, hacerse el distraído. Hace dos años que las autoridades de la radiodifusión en la Argentina vienen discutiendo sobre los alcances de la ley. Pocas veces antes hubo tanto debate, tanta participación y tanta atención a los reclamos sectoriales. Hay una ley penal dando vueltas... ¿le estarán buscando la trampa? El primer paso para que una sociedad funcione en el marco democrático es el respeto a la legislación. Sólo así el aire estará limpio. El aire radiofónico, pero también el aire que respiramos todos los ciudadanos.

Ruben S. Rodriguez
Editor
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