Editorial

Fierro y Vizcacha

Una de las razones (tal vez una de las “razones principales”) por las que la Argentina se encuentra en su estado de postración patético en este comienzo de siglo tiene que ver con esa voluntad tan nuestra de crear dicotomías todo el tiempo. Allí donde haya dos argentinos, habrá una interna. Si hay tres, probablemente sea una guerra, cuando no, una asociación ilícita. La relación causa-efecto es, en este caso, elocuente. Los argentinos desoímos la sabiduría del gaucho Martín Fierro. Puestos a escoger, siempre optamos por el viejo Vizcacha. Y la historia (la grande, pero también la cotidiana) demuestran a cada paso que el camino es exactamente el contrario. Días atrás, R&TA recibió un mail de un radioaficionado, que comentaba -a modo de reflexión- una charla que había mantenido con un colega. Y repasaba, pese a las fuertes internas que sufre el sector, los logros que a lo largo de la historia reciente consiguieron con organización, (UARC Unión Argentina de Radioclubes), esfuerzo y trabajo. El mail enumeraba como primer logro, seguramente porque lo consideraba el más importante, el dique de contención que supieron poner a la ofensiva de operadores con finalidades comerciales que intentaron, mas no pudieron, tomar todas las bandas que utilizan los radioaficionados, con un fin solidario y generalmente altruista. El mail recordaba que “los aficionados que residen en las zonas de seguridad antes debían esperar años para poder operar”, pero “luego se obtuvo arreglarlo con un acta, y ahora se ha eliminado totalmente el problema. Ya no hay restricciones de operación en zonas de seguridad, y las licencias y operatividad son obtenidas de inmediato”. Pero también describe otros alcances del sector: solicitaron y obtuvieron una legislación que autoriza al radioaficionado para poder instalar en los edificios de propiedad horizontal los sistemas irradiantes necesarios para operar la estación. Consiguieron que se declare la Radioafición actividad de interés nacional, con las ventajas que eso conlleva. Por intermedio de Cancillería, consiguieron convenios con más de 100 países para que nuestros radioaficionados puedan radicarse en otras latitudes sin problemas y con su categoría reconocida. Consiguieron rebajas sustanciales en los costos de los trámites oficiales ante la Autoridad de Aplicación. Dictan cursos teóricos y Prácticos de Reglamentación, Técnica y Prácticas Operativas para la formación del radioaficionado. Consiguieron, en definitiva, que una actividad casi amateur en la Argentina que recoge los peores efectos de la globalización, subsista y muestre tendencia al crecimiento y al desarrollo. Los radiodifusores y cableoperadores no entien- den el mensaje. Enfrascados la mayoría de ellos en sus asuntos, generalmente vinculados con intereses particulares más rara vez abarcativos, se muestran dispersos, atomizados. Entre ellos se pelean, y los devoran los de afuera, pronosticaba Martín Fierro. Prefieren, tal como aconsejaba el viejo Vizcacha, “hacerse amigo del juez” para tener “palenque ande ir a rascarse”. Así, las leyes, las reglamentaciones y fundamentalmente los factores de presión para mejorar la actividad, no son tomados en cuenta desde los estamentos de decisión o son violados sistemáticamente por los usuarios. En tanto y en cuanto sigan sin entender cómo son las cosas, el final de la historia seguirá siendo tan previsible como hoy. Y tratando de combatir la ilegalidad podemos perder la libertad de expresión, como alguna vez perdimos la democracia, en manos de quienes pretendían reorganizarnos.

Ruben S. Rodriguez