Editorial

La censura que existe dentro de los medios

La libertad de prensa tiene límites? La pregunta parece de respuesta obvia. Sin embargo, no lo es. Más aún: la respuesta natural, “No”, a menudo es pronunciada precisamente por quienes establecen límites terribles a la libertad de prensa. La libertad de expresar las ideas sin censura previa está consagrada en la Constitución Nacional. Sin embargo, como muchos otros artículos de la Carta Magna, no se cumple. Cualquiera que trabaje en los medios de comunicación masivos sabe que LA CENSURA EXISTE bajo una forma muy diferente a la que impera en los regímenes tiránicos, pero existe en toda su dimensión. Ya no es el Estado el que censura (por lo menos, no lo hace mediante la prohibición solapada) sino los propios medios los que recortan la libertad a sus periodistas para informar y opinar. En tanto empresas privadas, que persiguen un fin económico y –por, o a través de él- un espacio de poder dentro de la sociedad, los medios digitan qué se puede decir y qué no. Digámoslo claramente: los gobiernos, los partidos políticos, los conglomerados empresarios, los holdings nacionales e internacionales, los grupos de poder, todos (a excepción, claro está, de la gente común, la que consume esos medios de comunicación) ostentan un grado de influencia sobre lo que aparece publicado. En alguna oportunidad hemos postulado en un editorial como este que “la opinión pública ha dejado de existir para dar paso a la ‘opinión publicada’”. De modo tal que lo que pasa es lo que aparece en los medios y, “contrarius sensus”, si no aparece en los medios, nunca pasó. Esta situación es cotidiana en los medios de comunicación argentinos y latinos. Con el agravante de la concentración de los medios masivos en un puñado de manos que representan a fabulosos poderes económicos y políticos. De esta situación no pueden dar fe los periodistas que la sufren, precisamente porque - cuestiones de lógica- si lo dicen se quedan sin trabajo. ¿Dónde está la libertad de expresión, entonces? Un periodista no puede decir que sufre censura en su medio precisamente porque ese medio lo censura. Y si habla, es despedido. ¿Libertad?, vamos... a otro perro con ese hueso. El caso más emblemático de cuanto aquí se afirma se está dando en Venezuela. El presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, acaba de promover una serie de sanciones para las cadenas privadas de televisión, mayoritariamente alineadas en su contra y fogoneando con el poder que la penetración de la TV les confiere, una huelga general que duró dos meses y perseguía, como único objetivo, derrocarlo. Chávez, convengamos, no es un niño de pecho. Pero fue electo por una abrumadora mayoría de venezolanos, tiene un mandato que cumplir y la Constitución venezolana, que fue votada popularmente, establece claramente los mecanismos institucionales para removerlo del poder. El presidente venezolano, un ex militar golpista que llegó al poder por la vía democrática, no es funcional a los intereses de esas cadenas de TV, algunas de ellas ligadas a grupos que poseen medios de comunicación multinacionales y también al exilio anticastrista cubano en Miami, comúnmente conocidos como “los gusanos”. En abril del año pasado, esos medios fomentaron, impulsaron y fogonearon un golpe de Estado que alejó a Chávez del poder durante 48 horas y pretendió instaurar una dictadura como en los peores años 70: disolviendo el Congreso, el Poder Judicial, decretando el Estado de Sitio en todo el país y lanzando una masiva caza de brujas a todo lo que tuviera color u olor chavista. Las cadenas televisivas que tildaban –y aún hoy tildan- de dictador a Chávez, festejaron aquella intentona que fracasó porque los millones de venezolanos pobres salieron a las calles y un sector nacionalista de las fuerzas armadas no convalidó la instauración de un estado totalitario en Venezuela. Esa prédica golpista, rayana en el delito de “sedición”, continúa hoy en la prensa privada venezolana. Incita a derrocar a Chávez, indirectamente alimenta el caldo de cultivo para la violencia política y desconoce el mandato popular que –guste o no- los propios venezolanos le entregaron al presidente. Cuando un medio de comunicación utiliza la frecuencia –que es propiedad del Estado- para llamar a una rebelión contra el orden constitucional, ¿es eso libertad de prensa? Cuando se ocultan hechos de la realidad, se inventan otros, se tergiversan algunos más y se manipula a la sociedad con mensajes que conducen a la alteración de la institucionalidad, ¿es eso libertad de prensa? Diversas organizaciones que agrupan a medios de comunicación a nivel latinoamericano e incluso a nivel transcontinental manifestaron su preocupación por las sanciones que Chávez impulsa contra los medios golpistas. Pero nada dijeron sobre la vergüenza que representa que un medio que debe estar al servicio de la gente, de la vida, de la democracia, aliente el tránsito por el camino que lleva al servicio de unos pocos poderosos, de la dictadura y de la muerte. A eso llaman “libertad de prensa”. Pero su nombre es claramente otro: HIPOCRESIA. Debemos luchar para que los medios de comunicación no estén en manos de unos pocos desconocidos. La pluralidad, la transparencia y la cantidad de titulares de medios de comunicación, ayudan a garantizar la libertad de información que debemos defender.

Ruben S. Rodriguez