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La deuda de la television abierta

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Opinion

La deuda de la television abierta

Por Susana Elizabeth Pachecoy*

En veinte años de democracia constituye una gran asignatura pendiente la sanción de una nueva ley de radiodifusión, moderna, acorde con los tiempos, que contemple el avance tecnológico y -por sobre todo- que regule el espectro radioeléctrico y la oferta de contenidos de modo de proteger los derechos de los ciudadanos.-
Esa meta aún parece lejana, pero además las autoridades de aplicación - COMFER y CNC - tampoco hicieron nada con relación a la licitación de nuevos canales de televisión abierta.
Así, hoy nos encontramos con la continuidad del plan técnico que autorizó, hace casi 40 años, la explotación de la televisión abierta, en las condiciones socio políticas de la época y cuando nadie conocía la palabra globalización.
En muchos lugares del país no existen hoy canales de televisión por aire, y son muchísimas las regiones donde se recibe solo una señal. Más grave aún, en muchas zonas de frontera sólo se ven canales de televisión de los países fronterizos.-
Con el advenimiento del cable y de la televisión satelital -servicios que disfrutan aquellos que puede pagarlo- la oferta se amplía a canales de noticias a toda hora, nacionales como internacionales, programaciones que van desde contenidos infantiles hasta deportivos, pasando por cocina exótica y hasta curiosidades de supervivencia de especies en extinción en la otra punta del planeta. En ese contexto parece un disparate pensar realmente en la otra realidad.
Ahora bien, dentro del marco de crisis socio económica de nuestro país, con el 50% de la población con las necesidades básicas insatisfechas, resulta necesario advertir que más de la mitad de la población se halla limitada en el consumo de servicios de televisión gratuita a una oferta única o inexistente.-
La deuda de la administración en materia de televisión abierta para con la sociedad en su conjunto es gravísima. El propio Estado la reconoció mediante el dictado del decreto 1473/01, donde se reconoce que en la situación actual aparecen violentados el Pacto de San José de Costa Rica, la Declaración Universal de Derechos Humanos y su protocolo facultativo -ley 23.313- y la Convención Americana de Derechos Humanos, incorporada a nuestra carta magna en el artículo 75 inc. 22. Y ello así en tanto la comprensión de la actividad radiodifusora lleva de la mano el ejercicio de tales derechos que deben ser garantizados por el Estado Nacional.
El Pacto de San José de Costa Rica compromete a los Estados a garantizar a sus habitantes el derecho a la información, es decir a recibir, difundir e investigar informaciones y opiniones por cualquier medio. Este derecho a la información implica, además, la explotación racional y según la mejor economía del recurso de las frecuencias de radio y televisión que le toque administrar a cada nación.
Es precisamente el Pacto de San José de Costa Rica (Convención Americana de Derechos Humanos) el que en su inc. 3 del artículo 13 establece «no se puede restringir el derecho de expresión por medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales ... de frecuencias radioeléctricas, o de enseres o aparatos usados en la difusión de información por cualesquiera otros medios encaminados la impedir la comunicación y la circulación de ideas u opiniones..».
Es en este escenario que debe ser analizada la cuestión que nos ocupa: Pluralismo, diversidad, libertad de expresión y sobre todo libertad de acceso a la información.
Al polemizar respecto de la cuestión, parece sólo pensarse desde la posibilidad de cualquier persona -física, jurídica, comercial, de la organización de la sociedad civil- como titular de la explotación de una señal de canal abierto.
Sin embargo, se olvida lo esencial: la mora del Estado en la instrumentación de concursos para el otorgamiento de licencias de televisión abierta, afecta primordial y principalmente a la sociedad a la que priva del acceso a la información y a ejercer la libertad de expresión.
Escuchamos entonces, preguntas que hacen mención a ¿cómo y cuándo se optimizará el uso del espectro? y ¿cuándo será posible ejercer la actividad en el marco de una ley de Radiodifusión que lleve el sello de la democracia?.
A esta altura, la sanción de la misma es una deuda injustificable y grave desde el Congreso de la Nación para con la sociedad en su conjunto. Estamos hablando de la herramienta indispensable para normalizar, regular, abrir, ordenar el funcionamiento de los medios masivos de comunicación que constituyen el instrumento de formación de la opinión pública, nada menos.
Hasta ahora, sólo se advierte el avance de nuevos parches legislativos, tales como la tipificación de las emisiones no autorizadas o clandestinas como delito penal, auspiciados
–como siempre- sólo para el interés de los grandes grupos que concentran el poder de los medios, y sostenidos –como siempre- por legisladores que lejos de representar los intereses de la comunidad toda, parecen responder sólo a tales intereses. Es muy grave.
Más grave aún, proyectos recientes en Senadores para la derogación del decreto 1214/03 que autorizaba la instalación de canales de televisión abierta por parte de los gobiernos provinciales -no olvidemos que gran cantidad de capitales de provincia de nuestro país tienen oferta monopólica de televisión abierta- o que subrepticiamente en medio de una propuesta de sostenimiento de los medios de radiodifusión gratuitos disponen la interrupción de los plazos de las licencias de radiodifusión existentes: grotesco.
Todo ello, mientras el proyecto de reforma del artículo 45 de la ley, cuya inconstitucionalidad por la exclusión de las entidades de bien público -en un caso- o sin fines de lucro -en el otro- ya ha sido expresamente reconocida por nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación, y sigue sin obtener la correspondiente sanción legislativa.-
Vale que recordemos aquí, que para pagar la deuda del Estado con la sociedad en el desarrollo de la televisión abierta no es necesario esperar el dictado de una nueva ley de radiodifusión.
Es necesario, simplemente, que las dependencias pertinentes del poder administrador, COMFER y CNC, terminen el diseño del plan técnico que contemple la realidad nacional. Que llamen a concurso para el otorgamiento de licencias dentro de parámetros que respeten las normas constitucionales y supranacionales. Que finalmente cumplan con los planes que se diseñen.
En estas condiciones, solo quedará el camino de la Justicia para que brinde protección y, a la postre, conmine al poder administrador a dar respuesta a esta deuda social.

*abogada, especialista en radiodifusión


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